Un territorio absorto en lo primigenio descansa en silencio tras el paso y extinción de la raza humana. El curso inmutable de la naturaleza retoma su lugar originario y sus diferentes manifestaciones se despliegan con la indolencia de lo eterno. Apenas contadas huellas humanas son visibles bajo el paso del tiempo, cubiertas en el olvido, como fósiles de una voluntad que alguna vez creyó dominarlo todo.